lunes, 10 de noviembre de 2014

Yo soy la Reina del Infierno


Un prado verde, asoleado, el murmullo del arroyo donde está la hilera de sabinos. Recolecto flores y hierbas. Cavo para probar las raíces dulces de la zanahorias, de las chufas. La sombra se espesa en el follaje. Cada vez me acerco más a la oscuridad. Examino con cuidado antes de decidirme a jalar esa planta. Es muy bella y no la conozco, parece que me llama y empiezo a tirar. La tomo desde abajo y entonces veo que hay una piedra, que brilla. Me asombra el resplandor y ahora estoy enfocada en lo fabuloso de la descomposición del espectro de luz en el fuego de la fría gema. El pesado mineral resiste mi intento de extracción y tiro con más fuerza.
Se abre la Tierra. Huelo el abismo antes de verlo. Me retrae a los inicios primigenios antes de la vida y de la muerte, antes del Tiempo. Pero ahora estoy en el medio de la boca del Tártaro.
No morí. No tuve la fortuna de atravesar la laguna Estigia en la barca de Caronte. La bendita profunda e infranqueable agua del buen olvido. La que finalmente pone a descansar a los que llegan a la casa donde no hay puertas ni ventanas.
Llegué a través del dolor, del vacío, de la apatía y de la sobriedad. Llegué alegre y plena, jugando y embriagada. Contemplé todas mis máscaras y escenografías. Poco a poco en el espejo quedó la persona sin aspecto. Los ojos sin una cara. Una voz sin una boca. Viva, pero descarnada. Devorada por la interiorización del propio conocimiento. Dueña de hábiles silogismos diagnóstico-etiquetadores que son mentiras y son nada. Experta en regímenes farmacológico terapeúticos que son a priori rechazados como intento de control. Frágil como un suspiro de humanidad y a la vez por siempre joven e inmortal. Inmortal como el sufrimiento de los injustos y malvados. Joven y hermosa como la Virgen añosa que espera en vano a su inexistente Ulises.
Humana y respiro aun. Como con una daga en el pecho del recuerdo de aquel oscuro lugar de soledad. Apegada a la realidad de vida y hermosura elijo dejar de sufrir. Me planto en la fría gema de luz y razón y observo y dejo ir. No nutro el discurso de pena.
No gimo ni sufro, pero comí de la granada. No fui resistente, fui abierta receptiva, me dejé cautivar.
Me desespero en la hermosura de saber que no me dejaron por una mujer viva. Por una que respire. Me dejaron en la oscuridad sin retorno la inmadurez, el egoísmo y la muerte. El primordial apego a lo que es origen y fuente primordial. Incapacidad de ver vida y luz fuera del jardín materno. El no querer ver que el placer en si mismo trae como consecuencia apego, que el hedonismo mantenía un hermoso equilibrio en la polaridad del ser físico. La muerte. Prefieres verme muerta que viva. En lugar de reirme más, de estar participando del banquete de la vida, estoy contraída y silenciosa. Estoy cargando una relación con alguien que podría ser mi aliado y compañero que lo es pero no quiere verlo. Está aterrado de tocarme. Mi piel está tiernita
sensible
fragante
suave y sedosa
Mis labios ruborizados de carmín ansían darte miles de besos. quisiera sentir tu barba rozando mi boca. Tu boca besandome toda.
Eleusis
Prosperina
Me he vuelto a nacer. Estoy en plena primavera. Madre ¡He vuelto! Aquí estoy, danzando sobre la fresca hierba. Sintiendo la suave lluvia que trae olor a tierra. Causando que florezcan todos los capullos, en orden y concierto.
Estoy haciendo el amor con Dionisio, desmembrado y luego remembrado. El también ha bajado a verme antes de tiempo. No tengo resentimiento ni hiel recordando el baile de máscaras. Estoy en una vibración como enjambre entre las piernas recordando cómo bailamos. Allí giramos tal cual me mandabas. Con tus manos. En mi pelvis. Como palma flexible vencí mi centro de gravedad aproximadamente 12 grados para dejarte mi base y ceder mi cuerpo. Ítaca floreciente en un un par de personas. Me enamoro del amor dionisiaco. Despierto y sólo está Apolo en su lejanía y su armonía celestial. No sabe que como lo puedo recordar estará siempre a través de mi amigdala-hipocampo en mi corazón. En mis oídos, en mis ojos. Lo huelo en las noches para no gastar su memoria de forma prematura. El éxtasis y la pequeña muerte que me dió me bastan para ser una eterna adolescente que cumplió su sueño romántico.
Me engaño a mi misma al engañarlo con Aries. Es un amante fuerte, excitante.
Hécate
Estoy en medio de los Tzompantlis modernos. Tlalaya; Ayotzinapa, Iguala. Hay muros de calaveras por todos lados. No ha cambiado el sentido de la muerte. Siempre es una barbarie. Siempre nos quejamos los que usamos la memoria. Ellos están implicando a todos los estudiantes. Nosotros inferimos que la muerte es personal y es colectiva. El infierno aquí mismo. El infierno a plena luz del día no es el infierno.
Hécate Hera, la anciana viuda que llora a sus hijos y a la infidelidad de su marido. Llora porque no es eficaz la justicia. No hay ningún héroe.



Hécate Artemisa

La luna cuando muere. Todavía no es nueva. Ha muerto para que los otros nazcan.

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