En este momento, quedo sola como responsable de los contenidos, esperando que lo que escribo, aunque personal, sea de interés para los lectores.
Éste es un secreter, lleno de cajones, de archivos y emociones. De entre mis más profundos surcos cerebrales sale de cuando en cuando una chispa consciente que soy capaz de poner en palabras. Soy una mujer, y a pesar de que perdí algunas plumas me volvieron a crecer y estoy lista para volar.
Mi reino sufrió una catástrofe nuclear. Me sentía segura de una relación que terminó con una persona que ni me extraña, ni me añora ni le interesa mi fuego. Ni mis días ni mis juegos. No sabe ni quiere saber nada de mi. Durante el día soy capaz de ocuparme y con voluntad, no pensar en eso. De noche el dragón no deja de exhalar llamas sobre mi extinta pasión. Flamas que dejan desolada y yerma a la Tierra.
En mi ambiente emocional era terrible cumplir 40 años. Ya que pasó la terrible fecha y sigo aquí, veo como pasaron meses y meses y no llegaba la luz ni el calor del Sol al suelo.Mi corazón habla la lengua de los dragones. Es una fortaleza, que no se comporta según los usos y costumbres de una indefensa dama. Se guarece de los intrusos con retórica anarquista y libertaria. Impulsa a la acción como caballero al resto de mis tejidos. Late tercamente. Se llena suavecito para después poder hacer uso de su bien medida fuerza. El dilema es que se llena de sangre limpia y de sangre amargada.
Los árboles pierden toda su vegetación. Los campos están llenos de ceniza y polvo. Mi dragón escupía fuego hacia todo intento de brote vital. El dragón me murmura con su fuego implacable frases que secan y endurecen. Mi corazón siente frío y agradece la ferocidad del discurso para rebelarse. El dragón manda apegarse a un tesoro perdido. Siente que le es propio otro corazón. Lo admira desde lejos tras haber estado cerca. Lo desea sin remedio. Anhela sin piedad. Codicia sin medida. Alejo a mis amigos y a mi familia. La herida al narcisismo, lejos de cerrarse supura, está enrojecida, incapacita mi progreso.
El dragón se retuerce de rabia al contemplar con su larga memoria momentos de compartir. Peleo con el, lo someto, lo encadeno a la roca del olvido. Chilla y quema mi verde prado. Otra vez, sueño con el. Ensoñaciones tan vívidas que grito al despertar y comprobar que no hay nada con base en lo real.
Antes de dormir vacío mi mente de toda emoción. Busco domesticar mi lujuria, mi envidia, mi gula y otros pecados capitales y veniales. Recapitulo mi día y observo sin juicios de valor. Sueño entonces con un laberinto y encuentro la salida, tan simple, tan obvia. La única salida del laberinto es hacia arriba. Sueño con una hechicera que me indica los trabajos que he de hacer para renacer y poder volar.
Contemplo sus indicaciones y me preparo para realizar un desamarre mágico. Es el símbolo del infinito dorado, de fuego, en cada uno de los giros se ve una imagen, el y yo. Tomo una tijera, la magia está en la limpieza del corte.
Es Excalibur. Como siempre que la busco, está en la roca. Está en la espalda del dragón de tierra. Está cortando el Mal y separando el grano de la paja. Como siempre al levantar su descomunal peso y sabiendo que ha sido desenvainada para lograr el bien, es leve y obediente conmigo. Condesciende ella con su más pequeña hija y concentra todo su poder en una tijera dorada que se ajusta a mi pequeña mano. Con ella me acerco al infinito y lo corto en dos óvalos. Estamos separados sin hacernos daño. Lo despido, "te devuelvo tu energía, tu devuélveme la mía, quedamos en paz".
Mi círculo entonces vuelve a doblarse en forma de 8 y noto que son dos serpientes-emplumadas que se desdoblan, mordiéndose las colas. En cuanto cesa mi asombro veo que una es blanca de aire fresco y la otra es negra de aire pestilente.
Se doblan y forman un arco. Paso a través del prodigioso umbral y veo un nuevo comienzo de mi reino.
Ha caído la noche y no hace frío. El cielo está estrellado. Es el suelo de una selva de niebla. Escucho la música de las esferas. Puede ser que me vuelva a gustar la música.